Una de las cosas que siempre añado al principio de mis sesiones es que mi principal objetivo como terapeuta es hacer lo consciente lo inconsciente, es decir, ser reconocedores de nuestras conductas y nuestras decisiones valorando de donde viene y como las hemos aprendido. Cuando hacemos eso, ya tenemos la capacidad de poder cambiarlo. Cuando no entendemos y estamos en un proceso de piloto automático aumentan las posibilidades de repetir patrones de conducta que sean perjudiciales para nosotros y para nuestras relaciones.
¿De donde nacen las patrones que se repiten en el tiempo?
De las creencias que se nos inculcan desde que somos niños (círculos próximos como las relaciones familiares u otros contextos cercanos) que constituyen un sistema que se va interiorizando con el tiempo y su respectivo refuerzo (se refuerzan porque los niños entienden que las creencias por ejemplo, de sus progenitores son las correctas, porque son sus principales fuentes de apego/vinculación y dependen de ellos para sobrevivir, por ello, no se plantean que sean creencias funcionales o disfuncionales) , se introduce en la parte más inconsciente y por lo tanto, guían nuestras acciones. Por ejemplo, si desde pequeño nos han comentado que una persona que te quiere lo hace todo por ti, entenderemos que cuando nos pongan determinados limites es que no nos quieren y por lo tanto nos conllevará una conducta de reproche y conflicto hacía nuestra pareja.
En conclusión, Estos “modelos” adquiridos en la infancia, los llevaremos a nuestras relaciones adultas, ya que es lo que hemos aprendido para sobrevivir.
En psicología consideramos importante recalcar que se repite aquello a lo que no se encontraron palabras.
Sabemos que estamos teniendo un patrón disfuncional, cuando nuestra creencia y la realidad chocan provocando un sufrimiento. Por ejemplo, “divorciarme es ser una fracasada” mientras que su matrimonio por diferentes circunstancias ya no se puede sostener, pero prefiere mantenerse en la relación por creencias que le harían sentir culpable y quieren evitar esas sensaciones desagradables manteniendo un sufrimiento a largo plazo.
Empezamos a desestructurar los patrones cuando comenzamos por realizar un análisis de nuestra línea de vida (ordenar cronológicamente los acontecimientos que han marcado un antes y un después en nosotros) y como los acontecimientos marcados han influenciado en nuestras vidas, considerando que creencias están arraigadas y porque se sostienen. Esto permite cuestionarnos si dichas creencias, en la actualidad se pueden considerar funcionales o disfuncionales, aunque en su momento, pudieron ser adaptativas., siendo si ahora se consideran funcionales o disfuncionales, aunque en un pasado pudieran ser adaptativas.
Cuando se realiza este análisis, podemos valorar en la actualidad como lo repetimos y como cambiar las creencias a otras adaptativas acompañándolas de conductas que la puedan reforzar. “Me merezco tener una relación donde me valoren y pongo límites”.
No obstante, en muchas ocasiones estas creencias vienen también de eventos traumáticos que necesitaran una adecuada intervención personalizada terapéutica.
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