El dolor físico se define como una alteración, una señal por parte de nuestro sistema nervioso en el que nos indica que algo no esta funcionando adecuadamente en nuestro organismo. Normalmente, cuando tenemos un dolor físico podemos tomar medicación que alivia rápidamente la sintomatología o vamos al médico para que pueda valorar nuestra situación. Sin embargo, no siempre ese dolor tiene una solución definitiva y un tratamiento específico, convirtiéndose ese dolor agudo (Es aquel que comporta una duración limitada en el tiempo y que por lo general, se conoce cual es fuente que lo ha provocado) en un dolo crónico (Cuando la sensación de dolor se hace persistente en el tiempo y el propio síntoma se convierte en un trastorno), siendo posible el desconocimiento de la causa del mismo.
Percibir dicho dolor crónico depende de diferentes factores de las personas, como los estresantes que conllevan a intensificar las sensaciones físicas. Hay que comprender que este dolor que se mantiene en el tiempo puede provocar conflictos internos emocionales impactantes en la persona. Una alteración emocional producida por las complicaciones que puede ocasionar el dolor crónico en diferentes contextos de la vida de la persona, como lo social, lo laboral, familiar etc. Por ello cuando alguien es diagnosticado de un dolor crónico hay que evaluar diferentes cuestiones para poder intervenir tanto física como psicológicamente.
Lo primero que desde el proceso terapéutico se puede plantear es el proceso de aceptación. Es importante entender que aceptación no es lo mismo que resignación, ya que esta segunda se trata de “darse por vencido” y considerar que no se puede hacer nada ante dicha situación, sin embargo, la aceptación lleva a entender que hay situaciones que no podemos controlar y por lo tanto necesitamos focalizarnos en aquello que puede ayudarnos ha vivir la situación concreta de la manera más afable posible y seguir avanzando. La resignación no te permite el avance, te limita, mientras que la aceptación te permite seguir adelante.
• A nivel fisiológico: activar el sistema nervioso parasimpático, el que nos permite entrar en una mayor relajación a través de herramientas como la respiración, la meditación etc.
• A nivel cognitivo y afectivo, enseñamos a aceptar el dolor y las distintas emociones asociadas, y se modifican las valoraciones y creencias sobre el dolor. Identificar las emociones y aprender a su regulación emocional.
• A nivel conductual se trabaja para modificar las conductas que mantienen el dolor, para incrementan las actividades agradables en el paciente, es decir, identificar cuales son los factores estresantes que puedan aumentar el dolor y fomentar aquellas actividades y conductas favorecedoras para la salud.
A veces también se puede hablar de duelo ante nuestra propia salud sintiendo que no volveremos a ser los de “antes”. El dolor crónico es una gran molestia, pero la actitud que tengamos ante ello puede marcar la diferencia entre hacerlo insoportable o tolerable.
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